Por Mauricio Bártoli – Clarín Rural.


¿Por qué asegurar la comida va de la mano de la sustentabilidad ambiental?. Ante la inseguridad alimentaria que sufre el 30% de la población global, la agroindustria argentina es una vía de solución. Cuatro referentes con visión global analizan los desafíos que presentan el cambio climático y la geopolítica.

Mientras se revalorizan los alimentos, Argentina tiene un potencial enorme para abastecer con sus productos agroindustriales a la mesa de los argentinos y a las góndolas del mundo. Foto Shutterstock.

La otra cara de las crisis son las oportunidades que generan. Del mismo modo, la seguridad alimentaria y la sustentabilidad productivo –ambiental van de la mano, no son antagónicas. 

Esas dos convicciones se destacan con nitidez en las reflexiones de 4 referentes de nuestro país con visión global sobre la agroindustria, en el marco del Día Mundial de la Alimentación que se celebra este domingo 16 de octubre.

La FAO calcula que, en 2021, un 29,3% de la población mundial (2.300 millones de personas) padecía inseguridad alimentaria moderada o grave. Esta problemática y la situación climática global plantean, en forma interrelacionada, “una gran amenaza en todo el planeta que debe abordarse con profundidad y urgencia”, coincidieron ministros y secretarios de Agricultura de 32 países americanos, reunidos semanas atrás por el Instituto Interamericano de Cooperación para la Agricultura (IICA) para discutir el papel estratégico del sector agropecuario de la región para enfrentar el cambio climático.

Al respecto, el titular de la Fundación INAI (Instituto para las Negociaciones Agrícolas Internacionales), Nelson Illescas, destacó que “el sistema alimentario global ha sido capaz de incrementar la producción a un ritmo mayor a la del crecimiento de la población, para atender a una demanda creciente de alimentos asociada también a los aumentos de ingresos promedios per cápita, especialmente de los países emergentes.

Y ponderó que “el comercio mundial, junto al aumento de la productividad de la agricultura resultante de innovaciones tecnológicas, han jugado un papel fundamental, permitiendo el aumento de la oferta de alimentos y una disminución de los precios como tendencia de largo plazo”.

Esteban Moscariello, analista del mercado de granos: «Como primer paso, debemos reconocer con orgullo lo bueno que tenemos con la agroindustria argentina».



Esteban Moscariello, analista de mercado de Díaz Riganti Cereales, que sigue el día a día de la oferta y demanda global de agroalimentos, está convencido de que “la Argentina puede potenciar su posición estratégica en el comercio mundial de alimentos y materias primas, y seguir creciendo a través de las exportaciones, agregando valor y siempre pensando en una mayor seguridad alimentaria”.

Pero advierte que “aunque la agroindustria es el sector más dinámico y eficiente de la economía argentina, tenemos importantes desafíos para mejorar, desde la infraestructura de transporte y la conectividad a cuestiones logísticas o de productividad, a partir de una menor presión fiscal que permita la incorporación de mayor tecnología”.

Desde un epicentro alimentario como es la exposición Sial de París, que se se celebra en estos días, Juan José Grigera Naón, presidente del Instituto de Promoción de la Carne Vacuna Argentina (IPCVA) remarcó que “Argentina puede contribuir decididamente con la provisión de “bifes” de la más alta calidad mundial, a la par de asegurar el suministro en nuestro país”.

Y enfatizó que “se hace respetando las demandas mundiales de los consumidores respecto a sustentabilidad, en formas amigables con el medio ambiente y atendiendo aspectos tan importantes como es el bienestar animal”.

Juan José Grigera Naón, presidente del Instituto de Promoción de la Carne Vacuna Argentina (IPCVA): «Podemos abastecer con carne vacuna de calidad en nuestros país y en el mercado mundial».

Moscariello e Illescas destacaron la importancia clave del comercio para lograr un crecimiento sostenido. “Lo producido hay que venderlo y eso implica un despliegue a nivel nacional e integrado al mundo”, dijo el analista de mercados agrícolas.

Y el referente del INAI explicó que el comercio fluído “contribuye a la seguridad alimentaria y también juega un rol fundamental en la sustentabilidad ambiental. Sin restricciones ni barreras se promueve la transformación de los sistemas alimentarios en aquellas regiones que no cuentan con los recursos naturales necesarios, o los han deteriorado, o bien están implementando sistemas productivos intensivos y poco amigables con el ambiente”.

Producción y ambiente, de la mano

La posición política regional que se consensuó a instancias del IICA apunta a que “las acciones climáticas para lograr una agricultura más sostenible deben ser basadas en ciencia, de manera que resguarden e incrementen la productividad y no profundicen la ya preocupante crisis alimentaria actual”.

El documento aprobado destaca que “la agricultura es parte de la solución a los factores causantes de la crisis climática, debido a que los modos de producción en las Américas vienen fortaleciendo su sostenibilidad desde hace años, incorporando prácticas y tecnologías que tienden a un incremento sustentable de la producción de alimentos, y una reducción de su huella ambiental”.

Es un compromiso para llevar a la próxima cumbre de cambio climático (COP27) que se realizará del 6 al 18 de noviembre en la ciudad egipcia de Sharm El Sheik. Allí se debatirá ampliamente sobre las prácticas sustentables de la agricultura y los representantes americanos defenderán lo que se realiza en esta parte del planeta.

Manuel Otero, director general del Instituto Interamericano de Cooperación para la Agricultura (IICA): «El sector agropecuario americano es estratégico y con prácticas productivas sustentables y socialmente inclusivas puede contribuir a los desafíos globales sobre seguridad alimentaria y cambo climático».

Manuel Otero, director General del IICA, afirmó que “no se trata de desplazar a los negociadores ambientales, sino de sumar esfuerzos. Hace falta una nueva narrativa que deje claro que no somos los malos de la película. Somos un sector estratégico que a través de la mitigación y la adaptación puede hacer una contribución central a los desafíos globales”.

Cómo cambiaron los clientes y los productos

Illescas puntualizó que la Argentina se ubica en el puesto 11 como proveedor de bienes agroindustriales, abasteciendo alrededor del 3% de la demanda global durante los últimos 20 años. Pero ese desempeño, relativamente parejo, ha registrado cambios.

En cuanto a sus contrapartes comerciales, indicó, “en la década de ‘90 Argentina exportaba principalmente a Brasil y a la Unión Europea, socios tradicionales que explicaban la mitad de sus ventas agroindustriales. En ese período, los diez primeros destinos de las exportaciones representaban 73% de las ventas, por un valor de 10 mil millones de dólares».

En la actualidad, dichos socios «han perdido participación sobre el total exportado, dando lugar a otros países asiáticos, principalmente China, pero también India, Indonesia y Vietnam y algunos africanos como Egipto y Argelia, que han cobrado mayor relevancia e intensidad comercial en los últimos años. Es decir, que se experimentó una diversificación de destinos de exportación, representando en la actualidad los diez primeros un 66% del total (en 1994-96 dicho porcentaje ascendía a 73%)”.

Si, por el otro lado, se analizan los productos agroindustriales exportados, observa un aumento de la concentración en pocos productos en las últimas dos décadas. “Antes los principales 10 productos exportados representaban 60% de las ventas y ahora dicho porcentaje asciende a 71%”, marcó Illescas.

Nelson Illescas, director de la Fundación Inai: «El comercio fluido, sin trabas ni restricciones, es fundamental para garantizar la seguridad alimentaria y la sustentabilidad ambiental».

Y precisó que “sólo el complejo sojero (poroto, aceite, harina y biodiesel) explica el 50% de las ventas agroindustriales desde nuestro país. Brasil y Argentina tendieron a concentrar sus exportaciones agroindustriales, en contraste con el resto de los competidores que mantuvieron (caso UE) o incluso diversificaron sus ventas (por ejemplo, EE.UU.)”.

Moscariello puso en consideración que “el 60% de la población mundial vive en un círculo de cinco horas de viaje en avión con centro en Hong Kong. Asia-Pacífico es la región del mundo que desde hace décadas viene liderando el crecimiento global. Eso debe tenerse muy en cuenta al momento de plantear una mayor integración comercial con el resto del mundo, por parte de Argentina: país de grandes llanuras, amplios espacios abiertos, baja población y lejanía de los principales centros de consumo”.

La guerra en Ucrania y los flujos comerciales

Grigera Naón destacó que “ante la situación particular que se está viviendo con la guerra en Ucrania, la Argentina de ninguna manera se ve afectada por la provisión de alimentos para la producción animal provenientes de ese y otros países. Es decir, nuestro país puede seguir proveyendo carne vacuna al mundo sin verse afectada por este conflicto”

En tanto, Illescas describió que “el actual redireccionamiento de los flujos comerciales por motivo de la guerra en Ucrania se muestra como una oportunidad para que la Argentina ocupe espacios vacantes y se muestre como un proveedor confiable. Nuestro país cuenta con los recursos materiales y humanos, además de la tecnología, para seguir incrementando sosteniblemente su producción y, por ende, su contribución al comercio global de productos agroindustriales. Esto sumado a una estrategia de inserción internacional inteligente, podría aumentar nuestra participación y, por consiguiente, nuestro aporte en la lucha contra el hambre a nivel local y global, pero también nuestra contribución hacia sistemas productivos más sustentables y, con ello, responder a los desafíos globales, pero es necesario destacar el rol fundamental que tiene en todos estos objetivos la vocación hacia el comercio”.

Realidades y desafíos para la Argentina

Moscariello reflejó que “lo más usual es plantear la discusión en términos de generación de divisas, es decir, destacando la gran capacidad que tiene el sector para proveer los dólares necesarios para cubrir el desbalance externo en que incurren otras actividades. Para poder potenciar este crecimiento necesitamos seguir consolidando los volúmenes producidos, que han sido menor al del promedio mundial y de la región MERCOSUR. Necesitamos un aumento sostenido en cadenas agrícolas con un crecimiento real sostenible.

Consideró que “la Argentina tiene que aumentar las exportaciones, diversificar mercados y ampliar la oferta de empresas, mejorando la logística y eliminando obstáculos burocráticos y legales. El desempeño de la agroindustria en Argentina durante los últimos 15 años fue por debajo de su real potencial debido a políticas públicas que perjudican al sector, porque la pujanza de nuestra agroindustria genera un gran aporte en materia de crecimiento, empleo, aporte tributario y generación de dólares, que subsidia a sectores deficitarios de la economía”.

Cuestionó que “una caracterización errónea muy habitual en Argentina es pensar al agro como un sector concentrado, poco tecnificado, que emplea insuficiente mano de obra y que básicamente se dedica a la explotación de recursos naturales sin ningún aporte sobre la economía del interior del país. Como extractor de esas “rentas naturales”, se argumenta que hay que ubicarlo como blanco para la aplicación de altos impuestos y también así justificar medidas de restricción al comercio exterior. Este es un error muy común en varios sectores en Argentina”.

Advirtió que los errores estratégicos no sólo afectan al campo. “El volumen de cosecha en la Argentina no es neutral para la marcha de la economía, ya que aparecen importantes eslabonamientos hacia adelante. Los granos se almacenan, se acondicionan y se transportan. En su cadena de comercialización interviene una amplia gama de actores hasta que el producto llega a su consumidor interno o externo, muchas veces con agregado de valor. Los eslabonamientos hacia atrás son también importantes: para obtener la cosecha se requieren semillas, fertilizantes, maquinaria, combustible, etc. Todo esto sin contar muchos otros servicios que participan del proceso, como los vinculados a ciencia y tecnología”.

En definitiva, dijo Moscariello, “el sector agropecuario en Argentina se trata de una enorme cadena de valor que distintos analistas sostienen que representa no menos del 18% del PIB en términos directos e indirectos. Con la característica de que en este proceso intervienen unas 400 mil empresas, que participan del sistema financiero local y pagan impuestos, además de generar entre el 20 y 25% del empleo total del país. Se trata sin dudas de un eje estratégico por el que debe girar cualquier proyecto de desarrollo de nuestra nación”.

POR MAURICIO BARTOLI / CLARIN RURAL